Análisis: Ni No Kuni: La ira de la Bruja Blanca.

La unión entre el magno estudio japonés de animación Studio Ghibli, del cual tenemos las escenas animadas y diseño de personajes, y el conocido grupo Level-5, expertos en el género rolero, brindan una exclusiva en Playstation 3 para darle un final de generación envidiable.

En este juego no encarnamos a un valeroso guerrero invencible, sino a un frágil niño llamado Oliver. Su madre ha fallecido y las lágrimas del muchacho despiertan a un peluche, Drippi, que le dice que puede devolverle la vida a su madre, pero tiene que viajar a un mundo paralelo (todo es paralelo, hasta los propios personajes) con la finalidad de convertirse en un poderoso mago y combatir a las fuerzas del mal mientras ayuda a las gentes que pueblan ese mundo de fantasía.

Nos encontramos ante un clásico JRPG de la vieja escuela, de aquellos en los que movíamos a nuestros protagonistas por el mapa del mundo mientras veíamos las ciudades y mazmorras, y más adelante obteníamos “vehículos” para recorrerlo todo.

La palabra Ni No Kuni viene a significar algo así como “el otro mundo” o la segunda tierra, donde allí nos reuniremos con Estela y Jairo, los otros personajes principales.

Las escenas de animación del Studio Ghibli se mezclan con unos estupendos gráficos cell-shading que aunque se nota la transición de una cosa a otra, lucen muy bien.

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Los escenarios son muy bonitos, como el de La arboleda Dorada, con una música preciosa.

El sistema de combate recuerda bastante a la saga “Tales of…”, ya que podemos movernos libremente durante la batalla mientras ejecutamos los comandos. Para ello podemos luchar con nuestros únimos, que vendrían a ser una especie de criaturas tal cual Pokémon a los que podemos capturar y llevar en nuestro equipo, evolucionarlos, etc. Más adelante en el juego se nos da también la posibilidad de invocar, generalmente a guardianes a los que ya nos hemos enfrentado anteriormente, aunque lo de las invocaciones pierde gracia porque las tienes en un momento de la historia en el que Oliver ya tiene sus hechizos más poderosos. Para los enfrentamientos contra los jefes finales, en lugar de únimos sí es necesario manejar a Oliver, pues sus hechizos son los más solventes para resolver un combate. Y ahí tenemos una de las pegas del juego, unos personajes cuya principal tarea es el consumo de magia, y lo caros que están en las tiendas los objetos que nos permiten recuperar PM. También en los combates cabe destacar la nula inteligencia artificial de los dos compañeros de batalla, que aunque podemos hacer estrategias, por ellos mismos da la sensación de que están por estar y pocas veces tus compañeros son capaces de resolverte un combate.

La banda sonora, compuesta por el maestro Joe Hisaishi, es tremenda, y aunque hay ciertos temas que se repiten, todos rozan una calidad magistral. Todas las piezas son de corte orquestal, dándole un ambiente muy peliculero, que viniendo de donde viene no extraña. Aunque hay que decir que la canción del combate la oiremos tantas veces que llega a cansar.

Cabe destacar el genial trabajo de traducción, pues se han tomado la molestia de traducir todo el Vademécum (el libro donde consultamos los hechizos, armas, objetos, etc.) y lo más importante, el dotar a cada personaje de un dialecto diferente, y llevarlo a la jerga de nuestra cultura, donde sobretodo destacan los diálogos del genial Drippi, muy “salao”.

Al margen de la historia principal, contamos con misiones secundarias que nos incitan a seguir más que en otros juegos, pues al resolverlas nos dan “sellos”, que podemos canjearlos en unas cartillas donde conseguir ventajas en el juego.

Pero no todo es sobresaliente en la obra de Level 5, una de las cosas más pesadas es lo que cuesta arrancar el juego, ya que pasas mucho tiempo haciendo recados entre las dos primeras ciudades. Da la sensación de que las primeras veinte horas es un tutorial y las otras veinte el juego en sí.

A la espera de Tales of Xillia 2, el cual no creo que llegue a este nivel, Ni No Kuni despide una generación en el que el JRPG no ha brillado tanto como en épocas pasadas, pero que nos invita a ser protagonistas de un cuento con esa magia que tienen los videojuegos y que ya casi habíamos olvidado.


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